El dengue se ha convertido en una gran preocupación últimamente, afectando a muchas personas desde niños hasta adultos. Esta enfermedad tropical transmitida por mosquitos es causada principalmente por el virus del dengue (DENV), que es prevalente en regiones tropicales y subtropicales. La enfermedad provoca una fiebre que puede persistir entre 2 y 7 días. Notablemente, el dengue está asociado con una incidencia anual de aproximadamente 400 millones de casos en todo el mundo, con alrededor de 22,000 muertes, lo que resalta su significativo impacto en la salud pública [4]. Si bien no hay una forma garantizada de evitar contagiarse con el virus, se han implementado diversas iniciativas gubernamentales para ayudar a mitigar la transmisión del dengue.
Este virus pertenece a la familia Flaviviridae RNA, que también incluye otras fiebres como la fiebre amarilla y el virus del Nilo Occidental. Curiosamente, hay cuatro serotipos distintos del virus del dengue (DENV-1 a DENV-4), siendo el serotipo más reciente identificado en 2022 en Níger [1]. La familia de mosquitos Aedes, particularmente Aedes aegypti y Aedes albopictus, es responsable de transmitir el virus, que reside en sus glándulas salivales. Cuando un mosquito infectado pica, el virus entra en el torrente sanguíneo humano, atacando las plaquetas y provocando varios síntomas como dolor articular severo, ganglios linfáticos inflamados, fiebre, erupciones cutáneas y dolores de cabeza [3].
Típicamente, estos mosquitos tienden a picar durante las primeras horas de la mañana o al final de la tarde. Vale la pena señalar que solo las moscas hembras pican cuando están infectadas con el virus. Ponen sus huevos en recipientes de agua artificial, lo que hace que la presencia de agua estancada sea un factor significativo en la propagación del dengue. Esto hace que la temporada de monzones sea particularmente riesgosa, ya que los charcos se convierten en criaderos. En casos severos, la fiebre hemorrágica del dengue (DHF) puede afectar a los niños pequeños, presentando síntomas como erupciones cutáneas severas, acumulación de líquido en los pulmones o incluso sangrado [5].
Si bien no hay una forma infalible de prevenir la fiebre del dengue, puedes tomar algunas medidas sencillas para reducir tu riesgo de infección.
1. Asegúrate de que tu entorno esté libre de agua en exceso, incluidos los charcos. Incluso una pequeña cantidad de agua de lluvia en un balde abierto puede convertirse en un criadero. Mantener tus alrededores libres de agua estancada es esencial para vivir en un área libre de dengue, ya que estas condiciones contribuyen significativamente a la reproducción de mosquitos [2].
2. Usa repelentes de mosquitos. El fuerte aroma de estos repelentes puede disuadir a los mosquitos de picarte. Si bien no puedes controlar completamente la población de mosquitos, siempre es mejor prevenir que curar.
3. Mantener un sistema inmunológico saludable puede ayudar a combatir el virus del dengue. Dado que el virus ataca las plaquetas sanguíneas, una dieta nutritiva puede fortalecer tus defensas inmunológicas, ayudando a una recuperación más rápida. Los alimentos ricos en antioxidantes, como las hojas de papaya y las granadas, pueden mejorar tu torrente sanguíneo y pueden contribuir a mejores resultados de salud después de la infección [3].
4. Rocía regularmente tu jardín con pesticidas para disuadir la reproducción. Los jardines, con su humedad y agua estancada, a menudo se convierten en puntos críticos para la puesta de huevos de mosquitos. Asegurarte de que tu jardín tenga suficiente agua sin exceso puede ayudar a frenar la reproducción de mosquitos.
Si bien estos pasos pueden ayudar a reducir la probabilidad de contraer dengue, es crucial estar preparado en caso de que contraigas el virus. Si experimentas alguno de los síntomas mencionados junto con fiebre, consulta a un médico de inmediato. No es sensato arriesgarse con una enfermedad tan grave como el dengue.